Desde
el primer día mis compañeros de trabajo me trataron de una manera
espectacular, podía preguntar dudas, me podía negar a hacer algunas
de las tareas si no estaba preparada para hacerla.
A
parte de esto que es lo que se supone que deben de hacer todos los
centros me sentí muy integrada en el trabajo porque cada mañana al
llegar nos reuníamos todas las trabajadoras del área a la que yo
estaba asignada y me preguntaban que quería hacer yo ese día y si
me venía bien hacer algunas cosas que ellas me pedían.
Al
cabo del día nos reuníamos unas 2 veces más para hablar de cómo
estaba yendo el día y de que problemas habíamos tenido.
Entre
todas nos ayudábamos con las cosas que nos costaban más y la verdad
fue un trabajo en grupo total durante toda mi estancia.
Mi
trabajo en si no era muy pesado porque teníamos 2 usuarios para cada
persona y eramos 4 chicas por lo tanto el trabajo se hacía bien, sin
prisas y descansando cuando era necesario.
A
la hora de comer las trabajadoras nos sentábamos con los usuarios a
comer como si fueramos todos una gran familia.
La
residencia tenía como lema que aquello tenía que ser una gran casa
por lo tanto tenía que parecerse lo máximo a un hogar. Por lo cual
las trabajadoras no llevábamos uniformes, podíamos comer con ellos
en la misma mesa y hacerles compañía mientras estaban en su tiempo
de ocio.
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